lunes, 28 de diciembre de 2009

Oda als mitjons


Me trajo Mara Mori

un par de calcetines,

que tejió con sus manos de pastora,

dos calcetines suaves como liebres.

En ellos metí los pies

como en dos estuches

tejidos con hebras del

crepúsculo y pellejos de ovejas.

Violentos calcetines,

mis pies fueron dos pescados de lana,

dos largos tiburones

de azul ultramarino

atravesados por una trenza de oro,

dos gigantescos mirlos,

dos cañones;

mis pies fueron honrados de este modo

por estos celestiales calcetines.

Eran tan hermosos que por primera vez

mis pies me parecieron inaceptables,

como dos decrépitos bomberos,

bomberos indignos de aquel fuego bordado,

de aquellos luminosos calcetines.

Sin embargo, resistí la tentación

aguda de guardarlos como los colegiales

preservan las luciénagas,

como los eruditos coleccionan

documentos sagrados,

resistí el impulso furioso de ponerlas

en una jaula de oro y darles cada

día alpiste y pulpa de melón rosado.

Como descubridores que en la selva

entregan el rarísimo venado verde

al asador y se lo comen con remordimiento,

estiré los pies y me enfundé

los bellos calcetines, y luego los zapatos.

Y es esta la moral de mi Oda:

Dos veces es belleza la belleza,

y lo que es bueno es doblemente bueno,

cuando se trata de dos calcetines

de lana en el invierno


("Oda a los calcetines" de Pablo Neruda)

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